Artículo publicado en el diario El Mundo, el 14/5/58. Buenos Aires.
Mi visita a El Bolsón, en Río Negro, y a la casa y taller de
Horacio Cruz, no lejos de El Bolsón, ya en tierras del Chubut, como el recuerdo
de algunos cuadros de pintores regionales especializados en temas patagónicos
me sugirieron las consideraciones referidas en un artículo anterior acerca de
la relación existente entre el cuadro y el paisaje. Mi punto de vista puede
resumirse en muy pocas palabras. Para hacer un buen cuadro lo indispensable no
es un buen paisaje sino un buen pintor. Con los paisajes más deslumbrantes se
han hecho cuadros deplorables y se han pintado los cuadros más hermosos, en
cambio, con los motivos más humildes. Piense el lector lo que hizo Cezanne con
sus manzanas artificiales. Van Gogh con un par de botines viejos y Utrillo
copiando tarjetas postales o mirando cualquier rincón de paredes descascaradas
de Montmartre.
Los bellísimos motivos de los lagos, las montañas y los bosques de los Parques
Nacionales del Sur han engendrado una caudalosa pintura cuya frustración, su
causa, reside en el sometido aferramiento de los pintores a la realidad
exterior, visible, de esas hermosuras. El arte no puede reproducirlas. Solo
puede crear otra realidad mediante la transfiguración de la realidad natural.
Hay artistas entre nosotros que han comenzado a comprenderlo. O lo han
comprendido, simplemente.
En el taller de Horacio Cruz, en El Bolsón, he visto algunos cuadros sugeridos
por el paisaje, el deslumbrante paisaje que lo rodea. Un decidido espíritu de
síntesis formal y colorística, de transfiguración de esa realidad en otra
realidad, una realidad de equilibrio, de expresiva estilización de las formas y
de las armonías cromáticas preside, evidentemente sus composiciones de
inspiración paisajística.
Tuvo Horacio Cruz la generosidad de llevarme al taller de un artista instalado
en El Bolsón - Oberdán Paterlini -, ganador de algunas distinciones en
certámenes patagónicos. Autor de cuadros sobre temas paisajísticos de la
región, Paterlini los trata con un criterio estético, decididamente lejos de
los llamados pintores regionales. Una a veces ardiente fantasía mueve sus
pinceles con un impulso transfigurador evocativo, en oportunidades, de aquel
atrevido espíritu poético, de temperatura febril, que convertía en los
cuadros de Van Gogh, en un espectáculo feérico la paz de la noche estrellada.
Hay paisajes de nieve, de Paterlini, de un penetrante encanto.
Oberdán Paterlini nació en Bolivar, provincia de Buenos Aires; estudió algún
tiempo, muy poco, en nuestra ciudad (Bs. As.), y vive desde hace algunos años
en El Bolsón, consagrado enteramente a la pintura, no sin perjuicio de sus
intereses materiales. Hay en él, es evidente, un bien dotado para la pintura.
Córdova Iturburu
( Artículo publicado en el diario El Mundo, el 14/5/58. Buenos Aires.)