De “El embrujo de El Bolsón”...

     “En El Bolsón nadie se siente excluido de lo que eligió. Sicólogos que crían caballos, médicos que se dedican armonizar plantas o los simples delirantes de todas partes del orbe que recalan en busca de un puerto seguro a sus locuras.
     Sin embargo algo los nuclea, los reúne, ya que finalmente todos concluyen conviviendo con sus propias miserias o sus enormes sueños en el espigado valle que corre de Norte a Sur custodiado por el impresionante Cerro Piltriquitrón y surcado por las rumorosas y cristalinas aguas del Río Quemquemtreu.
     El día y la noche, las cuatro estaciones, el agua y el cielo, el sol y la luna parecen regir todas las cosas.  Hay un espacio vital para cada uno.  Mientras los que se afincaron en el ambiente rural se preocupan por los avatares meteorológicos para obtener una buena cosecha de frutas o verduras, los artesanos tantean el pulso de las salidas de micros turísticos que llegarán a la Feria para adquirir sus míticos productos."...
   
    ..."El arcoiris de vidas que emergen del análisis poblacional dan una pálida imagen del perfil local.
     Aparentemente han concluido las viejas peleas por la tierra, por la posesión de un espacio de supervivencia.  Hoy, la presencia de los grandes capitales provenientes de todas partes del mundo han hecho girar los goznes de viejas transacciones para ubicarlos en un mundo globalizado en donde el verde, la naturaleza, la privacidad, la calidad de vida son signos de crecimiento.
     Hace apenas unos años resultaban excéntricos e indescifrables los pintores nucleados alrededor de Leopoldo Chatruc quien construyó su casa en la década del cincuenta a las orillas del Río Quemquemtreu.  Derivando un poco de agua para su propio molino construyó una de las primeras generadores de energía particular para poner en movimiento su aserradero y carpintería. Ubicado en la exacta intersección del Arroyo del Medio y el Río Quemquemtreu nucleó a los artistas zonales en la búsqueda de una comunidad creativa. Chatruc, quien tiene el orgullo se tener un cuadro: «La Cena de los pobres» expuesto en el Museo Juan XXIII, en Bérgamo, Italia y otro en el Museo de Londres fue el alma máter de estas inquietudes en la zona.
     Pintores como Oberdan Paterlini, discípulo de Urruchúa, Zvonimir Katalenic, Rodolfo Venzano, Mario Guasco, Piquet o Tony Sandegiácomo, Armando Larochette y Antúnez solían reunirse en los meses del acogedor verano bolsonés a crear en comunidad.  Se reunían, salían juntos a pintar y al finalizar cada jornada se hacía una crítica de lo realizado lo que permitía un crecimiento personal.
      La idea de estos pioneros de la vida en común locales fue tomando forma con el tiempo y, entre otras posibilidades se perfiló la idea de crear un Taller de Arte libre.  Esta institución pretendía una construcción de un ámbito común de convivencia y creación.  Vivir significaría crecer y crear.
     La iniciativa naufragó a medias debido a la ausencia de sus mentores en momentos en que la Provincia de Río Negro decidió crear la Primera Escuela Provincial de Cerámica al frente de la cual se nombró a Don Janos Ivánovich.
     Hoy no asombra a nadie lo que sucede a la vuelta de su casa porque los códigos han cambiado.  Pero El Bolsón ha sabido preservar en la medida de sus posibilidades esa idiosincrasia primitiva, la personalidad intacta de cada uno en su lugar y el intercambio de conocimientos no produce cambios importantes.  El fenómeno de la transculturización no ha afectado mayormente las costumbres ancestrales aborígenes que defienden su lengua y su cultura, el telar, las fiestas anuales y las costumbres campesinas...”


                Fragmentos de “El embrujo de El Bolsón”, de Juan D. Matamala.
               

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